Yo muxe
El autorretrato como un camino de empatía y construcción
Marcelo Pitarque
“Al mirar siempre hay algo que no se ve, no porque se perciba su falta –como sucede en el fetichismo–, sino porque no pertenece a lo visible”[1]
Mauricio Toro Goya es un fotógrafo chileno (1970) creador de una obra vasta y contundente como así también concebida desde una forma de trabajo muy personal. Formado en el fotoperiodismo trabajando para el diario El Día, de La Serena y con una relación muy cercana a Sergio Larraín, quien fuera el único fotógrafo chileno miembro de la agencia Magnum, el que ocupó el lugar de guía y maestro.
En el 2005 tomó la decisión de no renovar el equipo digital con el que estaba trabajando el cual ya había quedado desactualizado por el continuo avance tecnológico y dejar su trabajo de fotorreportero para dedicarse a investigar una forma de trabajo decimonónica por dos razones; una para recuperar y consolidar su propio sentido estético de la imagen y la otra para poder tener independencia frente al mercado de la industria fotográfica. Así se pone en contacto con una técnica utilizada entre los años 1852 y 1865 que es el “ambrotipo” la que consiste en el registro de imágenes sobre una placa de vidrio previamente sensibilizada con nitrato de plata y húmeda y que se utiliza en una cámara oscura. Se esperaban muchas respuestas de la revolución digital de la imagen en muchos casos se siguen esperando, aparentemente Toro Goya no estaba dispuesto a participar de la espera.
Esta decisión representó un desafío, pero las investigaciones y los ensayos dieron resultados más que auspiciosos, logró plasmar en sus primeros ambrotipos imágenes con una técnica utilizada hace más de 150 años articulando una forma de representación que se aparta completamente de las formas de soporte y circulación de la era digital y combinarlos en clave de escenificación y simulacro como formas actuales de creación.
Así surgieron;
“Milagreros”, 2014-2015, donde una asombrosa profusión de signos populares, terrenales, divinos, milagrosos descansan sobre un collage libertino y profano como una manera de dar forma a lo informe, como un aporte a la construcción de toda la mezcla que somos a esa amalgama que combina elementos de la conquista que trajo el barroco, con nuestra identidad arrasada y en constante evolución.
“Gólgota, caravana de la muerte”, 2013, donde toma un evento histórico trágico, y en función del archivo y los relatos de los sobrevivientes de las torturas y las desapariciones de personas llevadas a cabo durante la dictadura chilena presenta en forma de “alegoría” las 14 estaciones del Via Crucis resignificadas en forma de transposiciones brutales donde la muerte, la tortura y la vejación forman parte de un doloroso recorrido como una forma de memoria de nuestro propio via crucis. “La fe y la piedad fueron parte constitutiva de la peregrinación forzada entre nuestra supuesta salvación y la siguiente sumisión” comenta Andrea Jösch a propósito de la curaduría de esta muestra hablando de Conquista y Colonia.
“Imagen Divina” (2012), un conjunto de vírgenes populares travestidas en donde lo invisible cobra vida y esa vida es vivida por un grupo de tranvestis de diferentes pueblos del interior de Chile donde se convierten en objeto de veneración, donde aparecen diferentes “nuestras señoras” encarnadas por personajes sin visibilidad o de visibilidad nocturna o prostibularia, poniendo en tensión toda la historia de la imaginería religiosa.
De milagreros se desprende la que es quizás la obra más íntima, la menos impactante, la que tal vez menos convoca por no contar con la producción y la escenificación a la que acostumbra Toro Goya para construir sus imágenes, se trata de alguna manera de un autorretrato, su nombre es “YO MUXE” del 2014, ambrotipo coloreado a mano de 18 x 24 cm. Y pertenece a su colección particular.
El autorretrato es una forma muy interesante de trabajo donde el productor decide dar vuelta la cámara y pasar a ser referente y mensaje, en muchos casos abordados con pasión y profundidad el autor logra mostrarse vulnerable y poner en imagen elementos que traen aparejados una problemática a la hora de su análisis. Desde el psicoanálisis se dice que poner en palabras las vivencias personales es tal vez el punto de partida para que el analista pueda empezar a articular los motores -no digo para la cura- pero tal vez para el alivio de diversas manifestaciones que complejizan la vida de los pacientes. En el caso de la fotografía, en tanto lenguaje, podríamos decir que poner en imagen, funcionaria de alguna manera como poner en palabras, lo que pone al docente en un lugar bastante particular ya que a la hora de ver autorretratos los elementos psicoanalíticos de los que dispone son en la mayoría de los casos nulos. Pero en este caso vamos a intentar abordar este autorretrato desde el lugar del espectador.
Generalmente por no decir casi siempre, la forma del autorretrato deviene en cómo utilizar el cuerpo como lugar de prácticas artísticas, los ejemplos son muchos: Cindy Sherman o Yasumasa Morimura por ejemplo, sus obras muchas veces contadas desde el autorretrato no nos dicen absolutamente nada de ellos pero claramente utilizan sus cuerpos para revelarnos o mostrarnos una problemática. En el caso de YO MUXE, Toro Goya decide autorretratarse de una manera muy particular, con trajes típicos de las mujeres del sur de México, trajes utilizados por los MUXES.
Las civilizaciones prehispánicas reconocían dentro de sus composiciones sociales una variedad de sexualidades, algunos autores hablan que estas formas de sexualidad se desarrollaban desde cinco lugares completamente diferenciados, con roles y actividades perfectamente distribuidos dentro de las comunidades, funcionando perfectamente de acuerdo a su cultura. La conquista arrasó con toda esta diversidad, con muerte, dominio económico, robo y asedio dominando culturas, transformando identidades y borrando de la historia lo que les resultaba distinto e incómodo. Pero quedó un vestigio que nos remonta a lo mas profundo de nuestra cultura Latinoamericana. Existen algunos pueblos cercanos a Oaxaca en el sur de México que por su ubicación geográfica no atravesaron directamente el genocidio de la conquista. En estos pueblos el día de hoy siguen viviendo los MUXES que son personas de sexo masculino que se visten como señoras con trajes típicos, viven en una sociedad que nunca se cuestionó si los acepta o no, simplemente “son”. Los muxes tienen un rol dentro de la sociedad muy claro y definido, son las personas que conservan y cuidan toda la herencia cultural de los pueblos que representan, son quienes poseen los secretos de las ancestrales recetas de cocina, quienes velan por el cumplimiento de las celebraciones religiosas y culturales, son quienes cuidan a las personas mayores de la familia y son profundamente respetados por la comunidad. Es más, las familias que cuentan con un muxe se sienten orgullosas.
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En los últimos años la visualidad otorgada por la revolución digital no les jugó a favor, los pueblos son visitados por turistas y muchos de ellos fueron llevados a las grandes ciudades para mostrarlos como una especie de historia viva, con esta exposición apareció una nueva forma de conquista, el SIDA, que arrasó con su comunidad de la cual hoy todavía se están recuperando, pero así y todo siguen marcando un camino de resistencia cultural admirable.
Poner el cuerpo para autorretratarse como muxe podemos empezar a pensarlo como una poderosa imagen que tensiona por un lado la solidaridad de alguien con una causa casi desconocida por muchas personas y desde un lugar de empatía muy claro. Decir yo soy muxe es reconocerse en el dolor y en la alegría de sentirse parte de una resistencia que lleva años de lucha y lo viene logrando atravesando invasiones, gobiernos, enfermedades y pobreza. Es una clara síntesis sincrética que toma todos los elementos que nos constituye como latinoamericanos, hibrida mezcla de elementos religiosos de la conquista combinados con la presencia de tejidos típicos y esa pulsión travesti que, de alguna manera, nos complejiza como pueblos que adoptamos formas culturales distintas a las de nuestro origen.
En nuestro continente, lo TRANS tiene formas de expresión de lo más variadas y diversas que han recorrido la historia generalmente de manera trágica desde épocas de la colonia hasta el presente como lo cuenta Giuseppe Campuzano en su maravilloso “Museo Travesti del Perú”
“El Museo travesti del Perú nace de la necesidad de una historia propia –una historia del Perú inédita–, ensayando una arqueología de los maquillajes y una filosofía de los cuerpos, para proponer una elaboración de metáforas más productiva que cualquier catalogación excluyente. Se trata de un ‘museo falso’ (como el apelativo de ‘falsa mujer’ con que este lenguaje maniqueo nos adjetiva). Museo embozado, cuyas máscaras –la artesanía, la fotocopia, la gigantografía, el banner, esos sistemas de producción en masa– no ocultan sino, al contrario, muestran. No camuflan sino travisten” [2]
Lo que Campuzano planteaba, es que toda nuestra Latinoamérica sufrió y sufre de un travestismo cultural a través del sometimiento desde la época de la conquista y hasta nuestros días con la hegemonía de los grupos de poder.
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Por eso YO MUXE se inserta en nuestro imaginario como una poderosa herramienta de resistencia que nos convoca en este caso desde la empatía a cuestionarnos nuestros lugares, nuestras comodidades, nuestras vidas y los lugares que ocupamos dentro de nuestras sociedades. ¿Cómo se articula nuestra empatía? ¿Qué nos sensibiliza?
A modo de reflexión, hace un tiempo se presentó en Buenos Aires una muestra de Dorotea Lange, donde entre otras cosas podía verse su muy famosa “Madre migrante”, poderoso y doloroso retrato frente al cual es imposible no palpitar el dolor, la angustia y la desesperanza de todas estas personas que quedaron fuera del sistema producto de la gran depresión en el país del norte. Ahora bien, luego de ver la muestra todos tomamos el colectivo de regreso a nuestros hogares, pero esa madre migrante había quedado colgada en la sala, mientras todos los que hoy quedaron excluidos de nuestra sociedad duermen en colchones en la calle. Si la madre migrante no nos convoca para dar vuelta nuestra mirada y por lo menos empatizar con estas personas, nos falta un recorrido y también nosotros estamos excluidos de esta comunidad.
Muchas veces lo poderoso de algunas fotografías es su capacidad de convocarnos a la participación, a involucrarnos, desde el lugar que podamos, una vez que sabemos, que nos enteramos, algo tenemos que hacer con todo eso. Claramente va a depender de nuestro propio recorrido y nuestra forma de pararnos frente al mundo, pero luego de ver una fotografía como YO MUXE, tenemos la posibilidad de repensarnos como miembros de una sociedad en la cual cada uno constituye una mínima expresión pero por más mínima que sea esta merece ser tenida en cuenta con respeto, integridad e inclusión.
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"YO MUXE", Mauricio Toro Goya 2015
[1]BurginVictor, “Espacio Perverso” en Ensayos, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, S.L., 1991, p.131
[2]Campuzano Giuseppe, “prólogo” en El museo travesti del Peru, Peru, Giuseppe Campuzano autor editor, 2007