Imágenes para pensarnos
Marcelo Pitarque
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El Origen del mundo, Gustave Courbet, 1866
"Las imágenes figurativas se originan como producto social de una negociación entre lo perceptivo y lo cultural, lo óptico y lo convencional, lo biológico y lo simbólico. Y por ello sus estridencias sociales pueden derivar en ambos polos: o bien por representar aberraciones perceptivas visuales o bien por constituir transgresiones culturales que vulneran los códigos figurativos consolidados por la tradición”.[1]
En Julio de 1866 Jalil-Bey, embajador turco en Atenas y San Petersburgo instalado en Paris encargó a Gustave Courbet un cuadro de tema erótico. De este encargo surgió “El sueño”, donde dos mujeres duermen en un abrazo de connotaciones lesbianas y “El origen del mundo” donde una de las modelos probablemente utilizada en forma clandestina por Courbet aparece recostada, con sus piernas separadas y su sexo en un primer plano. El paradero y recorrido de“El origen del mundo” fue bastante incierto y particular, Jalil-Bey su primer propietario lo mantuvo escondido en su cuarto de baño tapado por la imagen de un paisaje hasta que decidió venderlo en Enero de 1868. A partir de ese momento pasó por varios propietarios y su recorrido dudoso hasta que, finalmente, en 1955 es adquirido por Jacques Lacan quién también lo mantuvo escondido tras un cuadro de André Masson pudorosamente oculto de la mirada de sus visitantes. Tras la muerte de Lacan en 1981 el cuadro queda en poder de sus herederos quienes en 1995 deciden donarlo al estado francés en pago por sus derechos sucesorios. Es a partir de ese año 1995 que la obra puede verse expuesta junto a otras obras de Courbet en el Museo de Orsay en Paris, exactamente 129 años después de su creación.
No podemos imaginar qué hubiera ocurrido en el Salón de Paris de 1866 si Courbet hubiera presentado “El origen del mundo”, el peso de lo académico, lo religioso, lo permitido por la visualidad de la época llevó a que esta obra fuera concebida desde su primer pincelada como algo prohibido. Pero tal vez no nos haga falta imaginar el Salón de París de 1866, solo volvamos al Museo de Orsay.
Es en este mismo museo donde en el año 2014 la artista luxemburguesa Deborah de Robertis presenta también en forma clandestina y sin anuncio previo una performance que va a volver a tensionar los 129 años de ocultamiento de la obra de Courbet. La obra se titula “Espejo de origen”. Debora se presentó en el Museo de Orsay como una visitante más, estaba vestida con un brillante vestido dorado haciendo las veces de marco, lentamente se acerca a la obra de Courbet y frente a ella se sienta en el piso y descubre su sexo. Los pocos registros que existen de la performance, los que no han sido borrados de las redes sociales muestran además en los pocos acercamientos a la obra que también Debora lloraba lágrimas doradas, se escucha de fondo el Ave María de Schubert y una voz en Off que recita “Yo soy el origen, yo soy todas las mujeres. No me has visto, quiero que me reconozcas. Virgen como el agua creadora de esperma”. El carácter de este tipo de intervenciones tiene la característica de que al no estar programadas convocan en forma inmediata una respuesta la que se dividió en dos partes, por un lado la de los espectadores que ante su sorpresa aplaudieron y se sintieron convocados por lo que estaban presenciando y otros calificaron el evento como “pura imbecilidad”, “no aporta nada”, “excesivo y fuera de lugar”, “no es Arte”, “puro impacto, poco contenido”. Por otro lado desde la institución; la seguridad del museo no supo cómo actuar, primero trataron de convencer a la artista a que deponga su actitud, trataron de detenerla y sacarla del lugar, pero ante su negativa no les quedó otra alternativa que invitar a todos los presentes a que se retiren de la sala. Casi 130 años costó poder digerir “El origen del mundo”, evidentemente cinco minutos de un sexo femenino en vivo era muy poco tiempo como para poder tomar decisiones.[2]
La imagen de “El origen del mundo” en simultáneo con Deborah descubriendo su sexo ante la mirada atónita de los funcionarios del museo y de los espectadores generan una serie de tensiones.
El marco institucional a lo largo de la historia siempre funcionó como contenedor organizando la mirada, diciendo que y cuando podemos ver, no es extraño que ante este tipo de situaciones no sepan que hacer, ahora desde el lugar del espectador, desde el lugar del creador y por otro desde el lugar de la didáctica, que es lo que hacemos con este tipo de imágenes que nos convocan desde un lugar claro del deseo pero por otro tenemos que lidiar con todo nuestro bagaje cultural, con años de parámetros establecidos, conformándonos con lo que es previamente digerido desde las instituciones para poder pasar a ser visible.
Por otra parte, saliendo de los espacios clásicos de circulación de imágenes como el museo, y yendo por ejemplo a las redes sociales como Facebook, estos no permiten que se suba a su sitio ni “el origen del mundo” ni el video con la performance de De Robertis. Quien lo intente, puede recibir un aviso de alerta para eliminar el contenido o sencillamente proceder a bloquear la cuenta.
En clase analizando material de algunos alumnos que tenían que trabajar desde la mirada del checo Josef Sudek, apareció una situación interesante, la mayoría había optado por naturalezas muertas, objetos, un tratamiento tautológico de la composición como de alguna manera convocaba el trabajo. Una alumna muestra sus imágenes y nos detenemos en una que inicialmente era la elegida ya que por sus características de luces y sombras funcionaba correctamente en representación del autor. Al convocar la mirada de todos en la clase preguntando ¿Qué ven? Todos acordamos que la fotografía estaba muy bien resuelta, pero costó un poco encontrar en la composición que en realidad había algo más, que se escapaba de lo objetual.La alumna había recurrido a elementos que evidentemente tenía en su casa, y colocó dos huevos hacia la izquierda y un caracol, una “concha” en la parte derecha de la composición, de esas que encontramos cuando caminamos por la playa. La referencia a los genitales masculino y femenino era clara y contundente pero embarcados en la búsqueda de una imagen icónica, lo simbólico no aparecía. Cuando se encontró el signo el objeto se cayó y aparecieron las connotaciones, cosa que evidentemente no cumplimentaba el trabajo en tanto fotografía solamente objetual. Un hermoso recorrido inconsciente y poderosamente presente.
Ahora desde el lugar del docente ¿Qué es lo que nos convoca frente a este tipo de creaciones? Observar una planificación y dar cumplimiento a lo establecido o ir más allá y convocar y festejar ese evento como un camino posible y probable de un recorrido personal para que el alumno logre poner en imagen su deseo y lo subjetivo se haga presente. Desde lo institucional siempre se plantea un camino, pero en algunos momentos repensar el marco se hace necesario en función de lo que convoca el aula, la apertura y una disposición generosa ofreciendo un espacio de libertad que propicie un arte autónomo resulta fundamental a la hora de estimular la creatividad de los alumnos. Correspondía una devolución a la alumna, lo que observamos fue que no parecía que su fotografía se enmarcara con la consigna de trabajo, pero lo que si era claro es que esa imagen era la primera de un posible trabajo personal y que eso merecía un desarrollo más profundo. Cosa que se comprobó en la siguiente clase con un autorretrato de la misma alumna, que no viene al caso su descripción, pero lo que si viene al caso es qué es lo que ocurre con estas primeras imágenes desde el momento de su aparición.
Por otra parte, ¿Qué hacemos con el deseo? El deseo como fuente de creación y como motor fundamental de nuestra subjetividad.
“No existe nada más antiguo, en su misma urgencia, que el deseo. Si es verdad que el deseo nos constituye –no en el sentido de que nos otorga una “constitución” estable, un nomos, sino en el sentido de que nos levanta, nos da la fuerza de nuestra dynamis-, entonces podemos afirmar que no existe nada más antiguo que el deseo, aunque sea el que siempre pauta nuestro presente, a cada instante, en nuestros movimientos para el acontecer, hacia el porvenir”.[3]
Cierto tipo de imágenes llaman poderosamente nuestra atención, no solamente desde el lugar del arte, también desde diferentes sectores como la publicidad y el periodismo hay imágenes que se instalan dentro de la gran avalancha de imágenes actuales y que se instituyen como una primera imagen, como una primera vez ante un evento, ante un acontecimiento que nos convoca y nos interpela y provocan un debate, una ruptura y nos cuestionan acerca de diferentes situaciones tanto personales como sociales, lo que está bien, lo que no lo está, lo que se puede, lo que no se puede.Siempre existe una primer imagen disparadora de esta realidad extraña, que a pesar de vivir en este tiempo donde nuestra visualidad se encuentra completamente saturada por imágenes y pensamos que ya no hay lugar para una más, porque ya todo está hecho, o ya todo está dicho, muchas veces nos encontramos que siempre hay lugar para que una imagen cuente algo más desde un nuevo lugar por su originalidad o por tratarse de un primer encuentro con un real incómodo que bien puede ser nuevo para algunos o no tanto para otrosy también desde la resignificación de otras obras que atravesaron años ocultas para instalarse en nuestra iconósfera para cuestionarnos, para interrogarnos y para que finalmente podamos promover desde la docencia una dialéctica que permita la construcción de conocimiento y dar un lugar de privilegio al pensamiento crítico.
Creo que es una buena idea, tensionar algunas de estas imágenes que pienso atraviesan la gran masa de imágenes actuales para hacerse un lugar dentro de nuestra visualidad actual para que nos preguntemos desde la didáctica ¿Cómo las tratamos? ¿Qué lugar les ofrecemos? ¿Dónde las ubicamos? ¿Tenemos que poner marcos? ¿Son necesarios?
“Nunca miramos solo una cosa; siempre miramos la relación entre las cosas y nosotros mismos. Nuestra visión está en continua actividad, en continuo movimiento, aprendiendo continuamente las cosas que se encuentran en un círculo cuyo centro es ella misma, constituyendo lo que está presente para nosotros tal cual somos” (…)[4]
Zygmunt Bauman reflexionaba acerca de la “otredad como principio de una ciudadanía global”[5] que permita el fortalecimiento de una comunidad donde el reconocimiento del otro y los otros extraños, forasteros y desplazados en su diversidad como raza, sexualidad o nacionalidad se traduzca en riqueza social. Es por eso que estos textos breves abordan diferentes problemáticas que finalmente se terminan entrelazando con la intención de pensar en la “otredad” como un lugar de privilegio desde la creación, la enseñanza y el aprendizaje.
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Espejo de Origen, Débora de Robertis, 2014
[1]GubernRoman, “Los meandros de las imágenes” en Patologías de la imagen, Barcelona, Anagrama, 2004, p. 11
[2]https://www.youtube.com/watch?time_continue=12&v=HYYoRW2U6T4
[3]Didi-Huberman Georges, “Por los deseos (fragmentos sobre lo que nos subleva)” en Sublevaciones, Buenos Aires, Editorial de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2017, p. 153
[4]Berger John, “Capitulo 1”, en Modos de ver, Edición inglesa de 1972, p.5
[5]BaumanZygmunt, en Tiempos Liquidos, Ciudad de Mexico, Tusquets Editores, 2008