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Vernos para poder ver

Marcelo Pitarque

Un retrato para poder verme, verte y reconocernos diversos

Angélica Dass - HUMANAE

En la obra DESENREDO, pieza de video arte  del año 2012, Angélica Dass (Rio de Janeiro, 1979) se presenta sentada de espaldas en una bañera, el agua de la ducha golpea en su largo cabello enmarañado mientras con un cepillo a modo de ritual desenreda su pelo en lo que pareciera ser una tarea que nunca va a tener final.  Performance diaria que Angélica viene interpretando desde sus seis años, el pelo alisado había sido una tarea impuesta y aconsejada por su madre, actividad que llevó a cabo durante mucho tiempo pero esta sería la última.[1]

Nacida y formada en Bellas Artes en Brasil, fue en la escuela donde y de muy chica el conflicto que va a dar inicio a su obra se hace presente;  todos los que en algún momento estudiamos dibujo y pintura sabemos que a la hora de colorear un retrato se nos invitaba a buscar el lápiz color piel, así fue que este lápiz “rosado” llamó su atención ya que ella mirándose al espejo se reconocía como “marrón” y era llamada “negra” por el resto de sus compañeros y amigos.  En sus largas charlas Angélica cuenta que el color nunca fue un problema en el seno de su familia ya que provenía de un grupo multirracial rico y diverso en colores, pero asimismo los colores de la paleta real que sus familiares conformaban no coincidían con los colores de la paleta cultural,  su abuela era “blanca” pero ella la vio siempre color vainilla, los llamados negros afroamericanos  los reconocía como color canela y así una larga lista de colores resumidos socialmente como razas blanca, negra, amarilla y roja aparecen como una breve síntesis de un molde, estigmatizante, pobre, incierto con el cual a todos incluso a Angélica se nos encasilla.

Por eso su último desenredo tuvo que ver con “Desenredar mi historia y mirarla de frente, saber quién soy y de dónde vengo” comenta.

Ese mismo año decide varias cosas, una cortarse el pelo, otra casarse con un español de distinto color, “pelirrojo”, irse de su país natal para establecerse en Madrid y dar comienzo a un proyecto fotográfico partiendo de un autorretrato.  Fue en Abril del 2012 cuando se sienta frente a la cámara, se toma una foto y teniendo en cuenta la información proporcionada por una cuadricula de 12 x 12 pixeles de su nariz decide buscar en el sistema industrial internacional de color PANTONE su color de piel.  PANTONE 7522 C, su color de piel de acuerdo al estándar internacional, el que decide utilizarlo como fondo de la obra. El resto de sus familiares y amigos posaron para el proyecto y todos los colores fueron buscados en la paleta y estos colores trasladados al fondo de los retratos.  En la base de retrato a modo de epígrafe o título decidió incluir la nomenclatura del pantone.

La contundencia del proyecto la llevó a dar forma a HUMANAE, Work in progress, que se proyecta como un trabajo documental con el que retrata a personas de diferentes comunidades, edades y procedencias étnicas para instalar igualdad e identidad como ejes, naciendo en el mismo año 2012 y llevando a la autora a recorrer una cantidad de países y ciudades para repetir los retratos y de esta manera comenzar a construir un mosaico utilizando un estándar internacional, pantone,  con la intención de destruir otro;  romper con lo establecido y tener la posibilidad de reconfigurarse en función de que cada persona pueda reconocerse en un viaje como vaciamiento del yo y una apertura a lo intraducible del otro.

En función de este reconocimiento personal es donde cada retratado a partir de su color puede establecer una relación entre nuestro lugar dentro de la humanidad y nuestra capacidad de empatía hacia la totalidad de nuestra especie.  Es de esta forma que el trabajo se constituye en una reflexión barroca sobre la igualdad y la identidad en un inventario cromático que se presenta como una gran paleta “diversa” que es lo que realmente somos y digo barroca recordando a Severo Sarduy hablando de la proliferación;

 

“su presencia es constante sobre todo en formas de enumeración disparatada, acumulación de diversos nódulos de significación, yuxtaposición de unidades heterogéneas, lista dispar y collage”.[2]

 

Así, esta cadena de significantes claramente plasmada en estos mosaicos a modo de collage nos remite a un significado único que es nuestra identidad global.  Pero no es solamente la presencia de la proliferación lo que enmarca al proyecto Humanae dentro de lo neobarroco latinoamericano, hay también un elemento lingüístico ofrecido a la mirada; cuando el color de la piel establecido por el pantone queda plasmado en la obra a modo de cartela claramente hace referencia a ese viejo recurso barroco asimilado en nuestras tierras como lo hacían los pintores en la época de la colonia como Basilio de Santa Cruz Puma Callao en Perú.

Dejando de lado la retórica y volviendo a lo interesante del proyecto desde el lugar que ocupamos dentro del planeta creo que otro elemento del proyecto es lo sensual, como sensible con el mundo. Humanae se hace también fundamental por todo lo que la gente no ve en los retratos como la forma de pensar, la clase social, la sexualidad, la nacionalidad o la religión, todas estas etiquetas y prejuicios con los que cargamos se pierden para que solo podamos mirar a cada uno como un ser humano y en función de la otredad podamos reconocernos personalmente  y en el otro.

Se hace imposible dejar de relacionar Humanae con todos los conceptos que tensiona Graciela Speranza en su “Atlas portátil de América Latina” cuando habla de migraciones y supervivencias en el sentido de que todos somos migrantes desde el principio de la historia y todos sobrevivimos en la parte del  mundo que nos toca vivir y, es en este sentido, que esta obra se constituye no en un argumento sino en una observación, en una portación de singularidades históricas entre tiempos y sentidos donde interiorizar lo propio y matizarlo con lo ajeno nos convierte en los humanos que somos y es en función de la memoria compartida que podemos reconfigurarnos identitariamente sin reconocer fronteras.  Es por esto que se hace fundamental reconocernos diversos y en esa diversidad ahí si, como dice Speranza “repensar la identidad, el territorio, las raíces, la lengua, la patria”. 

“El arte latinoamericano, agobiado por la exigencia de sobreactuar su identidad local y descreído de la pureza de los medios convencionales, encontró formas a la vez poéticas y críticas de desdibujar fronteras geopolíticas y los limites conocidos de los medios y lenguajes”.[3] 

 

Y es en este lugar donde se hace importante el recorrido, la obra ganó las calles, si bien recorre diferentes museos del mundo es en la calle donde su fuerza se hace presente, donde las personas de diferentes ciudades y lugares pueden ver y verse al pasar, pensar y repensarse y esto es algo fundamental al momento de hablar de ciudades inclusivas,  la posibilidad de salir del museo y ofrecerse a la mirada de todos sin distinción. 

En España por ejemplo, Humanae viene estableciendo contactos con los diversos municipios a través de distintos proyectos como “Proyecto intercultural CITIES (ICC) y el Consejo de Europa por el medio de la RECI-RED de ciudades interculturales”, modelo de ciudad que trabaja por la igualdad de derechos, deberes y oportunidades sociales de las personas que las habitan, en la construcción de un discurso positivo de la diversidad y sobre todo en el fomento de la interacción social positiva entre el conjunto de la población, luchando contra la discriminación y la exclusión de personas y colectivos. 

De esta forma Humanae se inserta en lugares donde se hace fundamental cuestionar los prejuicios y los estereotipos negativos vinculados a la inmigración, el refugio y la diversidad cultural, aportando algo más a la construcción de un entorno  proclive a la convivencia intercultural y a la prevención de la discriminación y el racismo.

“El arte encuentra en el mapa un material infinitamente apropiable para desnaturalizar los órdenes instituidos, interrogar las identidades territoriales, tender pasajes en fronteras infranqueables, conjeturar otros mundos posibles y trazar recorridos imaginarios”.[4] 

Pero la calle no fue suficiente, las redes sociales completaron el camino, la distribución del proyecto y de la obra por internet permitió que la inclusión sea  global, y fue desde estos sitios donde una de las funciones más importantes de estos retratos se consolida.  Docentes de todo el mundo empezaron a levantar el trabajo y lo mostraron a sus alumnos, fundamentalmente docentes de escuelas primarias donde mostraron a los niños como reconocerse en función de los colores realizando trabajos con pinturas, acuarelas, lápices haciendo sus propios retratos y construyendo sus propios mosaicos de diversidad.  Los niños tienen la posibilidad de cuestionar la idea del color de la piel asociado a la raza blanca y desde ahí pueden imaginarse como parte de un mapa enorme donde todos los colores nos encuentran en un punto común.  Claramente la educación como herramienta política se consolida desde un proyecto simple que solamente cuestiona que lo que se estaba haciendo dejaba a muchos afuera, y ahora tienen la posibilidad de sentirse incluidos y pueden imaginarse como parte de un mapa enorme donde todos los colores nos encuentran en un punto común y acá es donde cobra valor el impulso que desde las instituciones educativas que toman el proyecto se impone como una herramienta claramente inclusiva. Los niños mezclan pigmentos en busca del color de su piel y después dibujan su autorretrato, de este modo reflexionan sobre la identidad y como comenta Graciela Speranza “A veces hacer algo poético se vuelve político y a veces hacer algo político se vuelve poético”.[5] 

Cuando se presentó la obra de Dass en FOLA (fototeca Latinoamericana)  la experiencia fue clara, todos revisaron su color.  En momentos donde el racismo y la intolerancia todavía constituyen un fantasma que pesa y castiga en todas las sociedades creo que este aporte es una clara oportunidad de renovar nuestro compromiso de construir un mundo de justicia y de igualdad, diverso como base fundamental de un modelo de convivencia intercultural. 

La idea básica y hegemónica de un mundo blanco o negro, completamente absolutista es desde donde se tomaron muchas ideas y decisiones políticas, decisiones por lo menos simplistas que dejaron a mucha gente de un lado o de otro y mucha gente afuera.  No es la primera vez ni será la última que el arte nos proporciona herramientas y elementos más que contundentes para interrogar e interrogarnos acerca de lo establecido, lo cultural, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿quiénes somos? Y tal vez sea una buena forma empezar a preguntarnos de qué color somos y de qué color es el otro para poder así reconocernos y construir no solo nuestras propias identidades personales sino también las territoriales.

Mostrando esta obra a alumnos, y partiendo de los colores y el registro de los blancos y los negros siempre se llega a diferentes lugares, en función de la diversidad que plantea el aula, reconociéndonos distintos, pensantes, diversos y humanos logramos vernos como partes de un todo que conforma una hermosa paleta de colores y de ideas que es lo que nos enriquece y nos deja fuera de lo que nos hacen creer.  No formamos parte de ninguna grieta, los que nos siguen hablando de blancos y negros, son los que la fomentan para generar divisiones que lo único que hacen es separarnos, dividirnos para que desde los lugares de poder sea simple manejar individuos que no saben quiénes son y que quieren.  Humanae nos plantea reconocernos, verme y verte como mi Otro y desde ese lugar de identidad individual y colectiva es desde donde podemos llegar a construir nuestro propio relato.

[1]https://vimeo.com/61789399

[2]Sarduy Severo, “Rupturas de la Tradición” en El barroco y el neobarroco, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1974, p.170

[3]Speranza Graciela, “Prólogo, Atlas de Atlas” en Atlas Portátil de América Latina, Barcelona, Editorial Anagrama, 2012, p.16

[4]Speranza Graciela, “Mapas” en Atlas Portátil de América Latina, Barcelona, Editorial Anagrama, 2012, p.23

[5]Speranza Graciela, “Mapas” en Atlas Portátil de América Latina, Barcelona, Editorial Anagrama, 2012, p.34

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