La imagen primordial
Marcelo Pitarque
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Madre Migrante, Dorotea Lange, 1936
En el año 2018 se presentó en el Centro cultural Borges de nuestra ciudad una gran muestra de la fotógrafa Dorotea Lange, la que estuvo muy bien organizada, por periodos, abarcando todos los temas trabajados por la autora, se pudo recorrer bien y pensarla. En un lugar de privilegio se exhibían todas las fotos realizadas en su colaboración con la Farm Security Administration en los años ´30 y en un lugar central la poderosa “madre migrante”, contundente obra a la que no se le nota el paso del tiempo y si se nota, lo hace representando a todas las madres migrantes de todos los tiempos y lugares.
Personalmente recorrí la muestra con un amigo, al dejar la sala conmovidos por el trabajo, cruzamos la calle y nos detuvimos en la parada del colectivo y mientras esperábamos aprovechamos para comentar la muestra, en un momento nos dimos vuelta y vimos una familia detrás nuestro en situación de calle. Nos miramos y regresamos a nuestras casas en silencio. Al llegar a mi casa, me sentí miserable y tuve un duro trabajo con mis emociones, tratando de entender estos sentimientos encontrados y pensando; está bien, tengo que sentirme miserable, acabo de pagar una entrada para conmoverme con una fotografía tomada hace cien años en estados unidos mientras los desplazados, los que quedaron afuera, los excluidos, las madres migrantes de mi país siguen en la calle.
El recorrido al que me expuso esta experiencia fue bastante duro, y organizando emociones me llevó por diferentes rincones de examen personal , pero fue necesario, tenía que sentirme miserable y entre otras cosas lo que hice y hago generalmente es contarlo a mis alumnos, comparto mis sentimientos con ellos y me reconozco vulnerable, de esta manera creo que enseño y aprendo, generando un espacio de aula con las emociones sobre la mesa, a mí me ayuda y puedo garantizar por propia experiencia que a los alumnos también.
Algunas imágenes se presentan frente a nosotros con un peso visual que nos inquieta, generalmente convocados desde lo personal, desde lo que somos y lo que deseamos, abrazamos alguna de estas imágenes como propias, porque nos representan, hablan de nosotros y proponen caminos o nos dan la posibilidad de construirlos.
Se instalan en nuestra memoria y nos forman, nos completan, nos educan y nos convocan a continuarlas muy probablemente con hechos o con participación.
Cuando una fotografía logra contarnos lo que ya sabíamos pero no podíamos comunicar o no teníamos las herramientas para expresar se constituyen en una herramienta de conocimiento y se convierte en un elemento revelador y pasa a allanar caminos, a abrir puertas. Estas imágenes son manifiestas, importantes, primordiales…
Según la real academia española, primordial es “principal o esencial”, pero también “primitivo o primero”, asimismo existe otra definición que viene de la psicología y tiene que ver con el “arquetipo”;
“Según Jung, los arquetipos o imágenes primordiales son “formas o imágenes colectivas que se dan en toda la tierra como elementos constitutivos de los mitos y, al mismo tiempo, como productos autóctonos e individuales de origen inconsciente”. Son patrones de formación de símbolos que se repiten a lo largo de la historia y las culturas, en la humanidad entera, y a través de ellos buscan expresión las energías psíquicas. Los arquetipos en sí mismos son inaccesibles: los llegamos a conocer, y nunca totalmente, porque se materializan en símbolos concretos. Su carácter primordial no alude solo a que son muy antiguas en la historia del hombre, sino que pueden generarse en cualquier otro periodo histórico, incluso en el actual. Los arquetipos no son ideas innatas heredadas tal cual, sino formas, tendencias, patrones que subyacen a la formación de símbolos. Ejemplos: el arquetipo del niño milagroso (por ejemplo Cristo, Hermes, Zeus, etc.), el arquetipo de la madre universal (por ejemplo la madre naturaleza, la “abuela” en ciertos indios, o el principio femenino de las religiones orientales), el arquetipo del héroe, el arquetipo de la conservación (el fuego eternamente vivo de Heráclito o el principio de conservación de la física), etc. En ciertas ocasiones (por ejemplo en los mitos y los sueños), el individuo puede sacar a la superficie estos arquetipos”.[1]
Teniendo en cuenta que la fotografía es un lenguaje y como todo lenguaje opina, revela, dice, denuncia y proclama; desde nuestro lugar como docentes la articulación de este lenguaje algunas veces críptico, resulta fundamental a la hora de encontrar respuestas, facilitar debates, proponer diferentes tipos de análisis desde un lugar de apertura a nuevas posibilidades, siempre con la idea de un trabajo en progreso y teniendo en cuenta que nada es definitivo ni absoluto, ofreciendo siempre la posibilidad de rever y reconsiderar una opinión, una idea y fundamentalmente facilitando herramientas que capaciten al alumno a desencriptar complejidades visuales.
Las imágenes ayudan, sanan, educan, y fundamentalmente una vez que sabemos nos reclaman. Ese reclamo tiene que ver con participación y compromiso desde un lugar que tenga que ver con nosotros, con nuestra subjetividad y con nuestra sociedad y con nuestros arquetipos. Para que las personas, hombres y mujeres de la comunidad queer o LGBT puedan ser “nombradas” y formar parte de las sociedades; el color de la piel no sea un estigma y la diversidad racial sea una riqueza; las esposas y esposos de personas del mismo género sean realmente tratados de manera igualitaria; las minorías que incluso forman parte de pueblos originarios sean honrados y no librados a la suerte de su segura desaparición y los niños sean realmente los primeros con derechos a jugar en una playa y no ser fotografiados muertos. Todo esto junto a otra gran cantidad de imágenes primordiales puedan pasar a formar parte de los arquetipos de nuestro futuro como sociedad y que el dolor, la muerte y la desaparición solo sean imágenes de la historia. Hoy en todo caso aprendemos de esas fotos y nos sentimos convocados para reclamar y sublevarnos por un planeta más igualitario y donde los derechos humanos sean realmente “primordiales”.
[1]Progoff Ira, La psicología de Jung y su significación social, Buenos Aires, Paidós, 1967, pág. 93-103.